Hoy en día los conceptos de delivery y take-away están tan arraigados en nuestro día a día que nos cuesta imaginar la vida sin ellos. Y es que en esos días en los que nos vence la pereza después de un largo día de trabajo, qué mayor placer que coger el teléfono, hacer un pedido online a tu restaurante favorito, y recibir la comida en la misma puerta de casa lista para consumir…
Y aunque estos términos sí son relativamente recientes, lo cierto es que estos modelos de negocio son más antiguos de lo que podemos imaginar. Demos un repaso breve a la historia del delivery y el take-away.
La historia del take-away
Ya hay datos de que en la antigua Roma, en sus foros y mercados, no sólo existían los habituales puestos de comida (cereales, carnes, pescados, etc) sino que algunos de ellos se habían especializado en la venta de productos listos para consumir. Y es que en pleno esplendor del imperio, este modelo de comida para llevar se ajustaba perfectamente a la ajetreada vida de su capital.
Sin embargo, el concepto de take–away se asentó (y expandió) como modelo de negocio en los Estados Unidos durante la década de 1930. El primer restaurante de comida para llevar fue probablemente “Horn & Hardart”, que se inauguró en Philadelphia en 1902. El concepto se extendió rápidamente a otros países, y en la década de 1950 ya había muchos restaurantes de comida para llevar en tanto en Estados Unidos como Gran Bretaña, y de ahí se extendió rápidamente al resto de Europa. Hoy en día, es incluso raro el restaurante «de toda la vida» que no permita hacer pedidos take-away, incluso cuando ese no es su modelo de negocio principal.
La historia del delivery
Seguramente el primer delivery de la historia tuvo lugar mucho antes, y probablemente no haya registro de ello. Pero desde luego el que pueda ser uno de los más notables tuvo lugar en el siglo XVII, allá por el 1889, cuando el Rey Umberto y la Reina Margarita viajaron a Nápoles y se les antojó probar alguna de las elaboraciones de la Pizzería di Petro e Basta Cosi, taberna propiedad del cocinero italiano Raffaele Esposito. Para lo cual ordenaron a Raffaele y su esposa a acudir a las cocinas reales a preparar el plato que acabó acuñando el nombre de la mismísima reina, la pizza margarita.
Estamos de acuerdo en que tal vez esto no se trate de un delivery tal y como nosotros lo conocemos. Hoy en día resulta difícil abrir cualquier aplicación de pedidos y traerte al mismísimo cocinero a tu casa. Sin embargo, al año siguiente, y casi fruto de la casualidad, un empresario indio lanzó en Bombay un modelo de envío de comidas para trabajadores que repartía a lo largo de la ciudad. Este sí, probablemente sea el primer modelo de negocio puramente delivery de la historia. Se llama Dabbawalas, y a día de hoy sigue siendo la red de reparto de comida más importante de toda India.
Repartidores de Dabbawalas en Bombai
Apenas 30 años más tarde, abre en los Ángeles el Kin-Chu café, cuyo eslogan proclamaba que eran «el único sitio en toda la Costa Oeste que repartía verdadera comida china».
Sin embargo, el delivery es un modelo de rentabilidad reducida y cuyos márgenes deben controlarse muy bien. Por ello, durante el crack del 29, la gran mayoría de empresas abandonaron repentinamente este incipiente modelo de negocio al resultarles imposible hacer frente a la enorme subida de los precios. No fue hasta 15 años más tarde, tras el fin de la segunda guerra mundial, que la población estadounidense empezó a subir su nivel de vida (y comodidades), que el delivery volvió a aparecer. Y esta vez sí, para tomar cada vez más fuerza hasta el día de hoy, que sigue, año tras año, ganando cuota de mercado a la restauración tradicional.
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